Las formas en que trabajamos han cambiado radicalmente. Las reuniones virtuales y las oficinas remotas se han convertido en la norma en los lugares de trabajo. ¿Cómo mantienen las personas el equilibro laboral y personal cuando no existe separación entre el hogar y la oficina? ¿Cómo mantienen la concentración ante las preocupaciones sobre la salud y la seguridad? En El nuevo mundo del trabajo, las personas comparten historias sobre cómo están afrontando y alcanzando el éxito en sus vidas profesionales gracias a herramientas como WeWork All Access en la nueva normalidad.
En marzo, cuando se produjo el cierre de toda la ciudad de Lima, Valeria Calderón pensó que volvería a casa, a la casa de su madre en la ciudad costera de Trujillo, al norte de Perú, durante aproximadamente dos semanas, donde esperaría a que las preocupaciones en torno al COVID-19 se disiparan.
Todos sabemos cómo fue la cosa.
Dos semanas se convirtieron en un mes y luego en dos meses. Al principio, Calderón, planificadora digital de la agencia de publicidad de medios de comunicación Carat, tenía la sensación de que estaba trabajando y de vacaciones al mismo tiempo. Durante un tiempo fue incluso divertido. Se despertaba en casa de su madre por las mañanas, sacaba el ordenador y empezaba a trabajar desde la cama. El lado positivo de la situación era la vista de los surferos en la playa de Huanchaco. Pronto descubrió que trabajar desde la cama era una de esas cosas que en la teoría sonaba increíblemente decadente, como poder comer chocolate sin parar, pero que en realidad decepciona cuando has tomado demasiado. Calderón perdió la capacidad de concentrarse. Echaba de menos su vida y su antigua oficina en WeWork en Lima.
«Me encantó trabajar desde la cama los dos primeros meses, fue increíble. Pero luego trabajar, dormir y comer era siempre igual. No tenía una rutina. No había límites», nos cuenta. «Cuando estás disponible 24/7, empiezas a trabajar los fines de semana y acabas tarde por la noche».
Estaba contenta porque estaba pasando tiempo con su familia, un tiempo que sabe que probablemente no volverá a repetirse, pero después de un tiempo, Calderón y su madre comenzaron a discutir por pequeñas cosas. Las dos mujeres chocaban una y otra vez en la casa y discutían sobre quién iba a hacer qué para que sus días transcurrieran tranquilamente.
«Me resultaba difícil hacerle entender a mi madre que necesitaba estar en mi propio espacio. Así que no acabábamos de ponernos de acuerdo sobre quién iba a cocinar. Las dos teníamos reuniones y no podíamos decidir quién iba a hacerlo», dice Calderón. «Simplemente me había acostumbrado a vivir sola».
En octubre se relajaron las restricciones de viaje y Calderón supo que por fin podría volar a los Estados Unidos para visitar a su novio, John Lasak, a quien no había visto desde hacía casi un año. También se enteró de que a través de su empresa podría utilizar el nuevo programa WeWork All Access, que le permite acudir a las oficinas de WeWork en 150 ciudades en todo el mundo.
El plan inicial de Calderón era reunirse con su novio en Atlanta. Se hizo las pruebas del COVID-19, se puso la mascarilla y se montó en un avión. A Lasak le resultó difícil contener la emoción en el aeropuerto. Corrió para reencontrarse con Calderón cuando ella salía de la zona de llegadas internacionales. Una vez reunidos, se quedaron en diferentes Airbnb y en casas de amigos, todos ellos espacios pequeños y asequibles sin sitio para poder trabajar. «Estaba contentísima de volver a estar con mi novio, pero tenía mucho trabajo que hacer», nos dice. «Sin embargo, no podía hacerlo donde nos estábamos quedando».
Ahí es cuando Calderón recordó la oferta de su empresa del pase de All Access y luego encontró la oficina de WeWork 725 Ponce en Atlanta. Cuenta que regresar a la oficina supuso algo más que volver a un espacio físico. Le dio un sentido de propósito. Era como si de repente cruzara el espejo y regresara al mundo real.
«En cuanto entré en ese WeWork, sentí la vibración que echaba de menos y que sientes cuando estás en una oficina», dice. «Sintió una enorme sensación de alivio al volver a tener una rutina. Por fin podía hacer llamadas en conferencia sin que nadie más estuviera escuchando. Trabajo con números y formulo estrategias. Por ese motivo necesito un espacio de trabajo que me permita centrarme en aspectos específicos pero donde también pueda ser creativa».
Calderón comenzó a apreciar de nuevo las cosas pequeñas, cosas a las que quizás no había prestado atención antes de la pandemia, como la cafetera para hacer capuchinos con leche sin lactosa y la cabina donde podía recibir llamadas en privado. Pasó horas en el increíble espacio abierto de la azotea en la oficina de Ponce. «Hice una foto y se la mandé a mi CEO. Se puso muy celoso», nos dice. «Fue un 100 por cien más fácil hacer mi trabajo ahora que tenía un espacio personal donde trabajar. También me encantó conocer al equipo de comunidad de WeWork. Son siempre muy agradables y acogedores».
Calderón y Lasak se acabaron convirtiendo en nómadas del COVID-19. Lasak es de Nueva York y tiene allí una gran familia. Los dos sabían que querían acabar en Brooklyn, pero a la familia de él le preocupaba la situación de la pandemia y les pidieron que esperaran para asegurarse de que los dos estuvieran sanos. Dado que sus trabajos les permitían trabajar remotamente, decidieron dirigirse a Miami para disfrutar del sol. Vivieron en un hotel y pasaron la mayor parte de su tiempo de ocio al aire libre en el barrio de Wynwood, donde hay otra ubicación de WeWork (WeWork Wynwood Garage) que Calderón puede usar con su pase de All Access.
«La sensación es diferente en cada una de las oficinas y ha sido muy divertido poder experimentar esas diferencias. La oficina de Wynwood es un antiguo garaje. Es una obra de arte», nos dice. «No había visto nunca un espacio como este. También probamos la oficina de Brickell [WeWork Brickell City Centre], que también tiene otra increíble terraza en la azotea».
Añadió que, aunque estaba trabajando en interiores, siempre se ha sentido protegida frente al virus. «Están limpiando constantemente las superficies. Todos usan mascarilla y me pongo desinfectante de manos. Me siento muy segura», añade.
Además de disponer de un lugar donde pensar y hacer su trabajo, al estar de vuelta en una oficina, en especial en una ciudad nueva en un país nuevo, esto ha permitido a Calderón ampliar su círculo social y personal. «Tengo un montón de contactos nuevos», nos dice. «Añadí enseguida a cuatro personas en LinkedIn y charlaba con ellos durante el almuerzo. En una ocasión le pregunté a una chica si podía usar su cargador del portátil. Después de eso, nos empezamos a seguir en Instagram y salimos a tomar una copas por la zona».
Ahora que se acercan las fiestas, Calderón y Lasak están por fin haciendo planes para instalarse en el norte, cerca de la familia de él. Han estado buscando un sitio para vivir teniendo en cuenta su cercanía a un WeWork y han decidido encontrar una casa que esté cerca del Astillero Naval de Brooklyn, donde está WeWork Dock 72. Calderón está deseando poder ir: «He oído que es el mejor de la ciudad de Nueva York».
Jo Piazza es un galardonado periodista, autor de superventas, estratega digital y presentador de podcasts.