Las formas en las que trabajamos han cambiado drásticamente. Las personas ya no solo buscan un equilibrio entre la vida profesional y personal, sino que también necesitan poder elegir cuándo, dónde y cómo trabajar. Quieren tener la libertad de establecer sus propios horarios, trabajar de la manera que consideran correcta y estar en un espacio que se adapte a sus necesidades únicas. El modelo estándar, de nueve de la mañana a cinco de la tarde, quedó en el pasado. En Todas las formas en las que trabajamos, los miembros de WeWork comparten cómo están reinventando su vida profesional y prosperan en este nuevo mundo laboral.
Cuando toda la ciudad de Lima entró en aislamiento en marzo del 2020, Valeria Calderón pensó que iría a la casa de su madre en la ciudad costera de Trujillo durante dos semanas y esperaría a que desaparecieran las preocupaciones sobre el COVID-19.
Todos sabemos qué ocurrió después. Dos semanas se convirtieron en un mes y, luego, en dos meses. Al principio, Calderón, planificadora digital de la agencia de publicidad de medios de comunicación Carat, sintió que estaba de vacaciones trabajando. Incluso fue divertido por un tiempo. Se despertaba en la casa de su madre por la mañana, encendía la computadora y empezaba a trabajar desde la cama. Lo mejor de todo era la vista de los surfistas en la playa de Huanchaco. Pronto, descubrió que trabajar desde la cama era una de esas cosas que cualquier persona quiere, como una fuente infinita de chocolate, pero que después te cansa y terminas odiando. Calderón perdió la concentración. Extrañaba la vida y su antigua oficina de WeWork en Lima.
«Amé los dos primeros meses trabajando desde mi cama. Fue increíble. Pero luego, trabajar, dormir y comer pasaron a ser parte de lo mismo. No tenía rutina. No había límites», explica. «Cuando estás disponible 24/7, empiezas a trabajar los fines de semana y hasta tarde en la noche».
Estaba feliz de pasar tiempo con su familia, el tipo de tiempo que sabe que probablemente nunca volverá a tener con ellos. Pero, después de unas semanas, Calderón y su madre comenzaron a discutir por pequeñas cosas. Como ambas se encontraban todo el tiempo en la casa, intentaron organizar sus días para que la convivencia fuera más amena.
«Fue difícil hacerle entender a mi madre que necesitaba estar en mi propio espacio. Íbamos y veníamos para ver quién iba a cocinar. Ambas teníamos reuniones y no podíamos decidir quién debía [preparar la comida]», afirma Calderón. «Estaba tan acostumbrada a vivir sola».
En octubre se flexibilizaron las restricciones de viaje, y Calderón descubrió que finalmente podía volar a Estados Unidos para visitar a su novio, John Lasak, a quien no veía desde hacía casi un año. También se enteró de que a través de su empresa podía utilizar el nuevo programa WeWork All Access, que le permite utilizar las oficinas de WeWork en 150 ciudades de todo el mundo.
El plan inicial de Calderón era encontrarse con su novio en Atlanta. Se realizó una prueba de COVID-19, se puso una mascarilla y se subió a un avión. Lasak apenas podía contener la emoción en el aeropuerto. Corrió para encontrarse con Calderón mientras ella salía del área de llegadas internacionales. Una vez que se reunieron, se hospedaron en casas de Airbnb y de sus amigos, todos espacios pequeños y asequibles sin lugar para trabajar. «Estaba muy feliz de estar de vuelta con mi novio, pero tenía mucho trabajo que hacer», comenta. «No podía hacerlo donde nos estábamos alojando».
Fue entonces cuando Calderón recordó la oferta de su empresa del pase de All Access y luego encontró la oficina de WeWork 725 Ponce en Atlanta. Dice que volver a una oficina era más que volver a un espacio físico. Le dio un sentimiento de propósito. Era como ver a través del espejo y volver al mundo real.
«Apenas entré a ese edificio de WeWork, sentí eso que tanto había extrañado de estar en una oficina», explica. «Fue una gran sensación de alivio tener una rutina de nuevo. Finalmente, podría recibir llamadas sin que nadie más escuche. Trabajo con números y creando estrategias. Por eso, necesito un espacio de trabajo que me permita centrarme en los detalles, pero que también me permita ser creativa».
Calderón comenzó a apreciar de nuevo las pequeñas cosas que ni siquiera había notado antes de la pandemia, como la máquina de capuchinos que ofrecía leche descremada y la cabina telefónica que le permitía realizar llamadas en privado. Pasó horas en el hermoso espacio abierto de la azotea de la oficina de Ponce. «Le tomé una foto y se la envié a mi director general. Me tuvo mucha envidia», comenta. «Trabajar me resultó un 100 % más fácil una vez que tuve un espacio exclusivo para hacerlo. También me ha encantado conocer al equipo de la comunidad de WeWork. Son tan agradables y acogedores».
Calderón y Lasak finalmente se convirtieron en nómades por culpa de la COVID-19. Lasak es de Nueva York y tiene una gran familia allí. Ambos sabían que querían quedarse en Brooklyn, pero a su familia le preocupaba el estado de la pandemia, y les pidió que esperaran para asegurarse de que ambos estuvieran sanos. Como sus trabajos les permitían trabajar a distancia, eligieron ir a Miami para disfrutar del sol. Vivieron en un hotel y pasaron la mayor parte de su tiempo de ocio al aire libre en el barrio de Wynwood, donde hay otra ubicación de WeWork (WeWork Wynwood Garage), que Calderón puede usar con su pase de All Access.
«El sentimiento es diferente en cada una de las oficinas, y ha sido muy divertido experimentar esas diferencias. La oficina de Wynwood es un antiguo garaje. Es una obra de arte», comenta. «Jamás había visto un espacio así. También hemos probado la oficina de Brickell [WeWork Brickell City Centre], que tiene otra increíble terraza».
Agregó que aunque trabajaba en un lugar cerrado, siempre se sintió protegida contra el virus. «Siempre están limpiando las superficies. Todo el mundo usa mascarilla, y yo me empapo de desinfectante de manos. Me siento muy segura», dice.
Además de tener un lugar para pensar y hacer su trabajo, estar de vuelta en una oficina, especialmente en una ciudad nueva y en un país nuevo, ha permitido a Calderón expandir su círculo social y profesional. «Definitivamente he hecho un montón de contactos», explica. «El primer día, agregué a cuatro personas a LinkedIn y charlé con ellos durante la hora del almuerzo. Una vez, le pregunté a una chica si podía usar el cargador de su computadora portátil. Después de eso, nos seguimos en Instagram y fuimos a tomar unas copas por la zona».
Al acercarse las fiestas, Calderón y Lasak finalmente hicieron planes para establecerse en el norte, más cerca de su familia. Buscaron dónde vivir según la proximidad de un edificio de WeWork y se decidieron por una casa que estaba cerca del Astillero Naval de Brooklyn, donde se encuentra WeWork Dock 72 . Calderón no podía esperar a conocerlo: «escuché que es la ubicación más genial de la ciudad de Nueva York».
Jo Piazza es un periodista galardonado, autor de éxitos de ventas, estratega digital y presentador de podcasts.